
Hay días en los que te despiertas y sientes que no dormiste nada en toda la noche. Intentas cerrar los ojos para simular que no está pasando, que si lo intentas con las suficientes fuerzas, volverá a ser medianoche y podrás dormir 10 horas. Achinas los ojos con fuerza hasta que te das cuenta de que, si sigues así, ni siquiera la gran crema que te trajo tu madre antiarrugas duttyfree, podrá salvarte de tener esas arrugas que te recordarán que hace años dejaste la universidad. Entonces te ríes, dejas de taparte la cara con el cojín, abres la ventana, y sacas los pies por la ventana. Los apoyas en la repisa y miras al cielo. Te relajas. Y entonces, recuerdas porqué vives en una ciudad donde la mayor parte de los días el cielo es azul. Todavía no hace calor, pero es agradable sentir el frió en las rodillas. Se abre la puerta, ya es la hora. Ya no me importa que sea de día. Sonrío y me levanto. Enciendo la música, paseo hasta mi trabajo y me hago un café cargado. Mi bipolaridad tiende hoy hacia +. Hoy vengo porque quiero y, por eso, me visto como si fuera a la latina.
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